Érase una vez un niño que quería un helado. Tantas ganas tenía el pequeño de comer helado que entró en la heladería y se sentó en una mesa esperando a ser atendido. Entonces, una camarera se le acercó y le dijo:
-¡Buenos días, pequeño! ¿Qué te trae por aquí? ¿Te has perdido?
El niño, sin embargo, le dijo que no, sino que quería un helado, y le preguntó que cuánto costaba el helado de vainilla y chocolate.
-2€, contestó la camarera.
Entonces, el niño metió la mano en su bolsillo para ver cuánto dinero tenía. Entonces volvió a preguntar:
-¿Y cuánto cuesta el de chocolate solamente?
La camarera, algo impaciente y con tono un poco seco, le respondió:
-1,50€.
Y el pequeño le pidió:
-Entonces quiero el helado de chocolate, por favor.
La camarera le trajo el helado con mala cara, puso la cuenta en la mesa y se fue. El niño termino su helado, pagó en la caja y se fue. Cuando la camarera volvió, empezó a limpiar la mesa y entonces descubrió lo injusta q había sido: allí, puestos junto al plato vacío, había 50 céntimos que el niño le había dejado de propina.
Nuestra historia de hoy no contiene manchas, pero ya sabemos que el verano, los niños y los helados son la combinación preferida de la lavadora…
¿Tienes niños que se manchan constantemente de helado? ¿Te cuesta sacar las manchas de helado de chocolate? ¡Cuéntanos tu historia!
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