Érase una vez, un profesor interino apasionado de la historia llamado Daniel que hacía 15 años que luchaba por su plaza de profesor titular. Como cada mañana, se dirigía a su instituto, en este caso, en Granada. Estaba cubriendo una baja maternal de una compañera hasta finales de curso. Daniel es uno de esos profesores por vocación que hace amar su asignatura a sus alumnos. Tras acabar el instituto, se dirigía a la biblioteca a seguir preparándose sus clases y a repasar las oposiciones que más que estudiarlas, las investigaba porque cada día profundizaba aún más en cada tema del temario. Así, llevaba 15 años Daniel, dedicándose en cuerpo y alma a su trabajo. Porque como él decía: Yo no trabajo, converso con mis alumnos.
Pero, hacía unos días que Daniel estaba un poco inquieto y nervioso. Un estado normal de nervios puesto que le quedaba menos de una semana para el examen más esperado de su vida, sus oposiciones. Por eso, la tarde del día de antes, en lugar de ir a la biblioteca, decidió pasear y relajarse por el centro. En su paseo al atardecer, un escaparate le llamó la atención. Era un traje de chaqueta precioso, gris marengo conjuntado con una camisa blanca y una corbata verde esmeralda que deslumbraba. Decidió entrar y probárselo. Fue verse en el espejo y sentir una imperiosa seguridad en sí mismo. Esta vez iba a ser su plaza. Al día siguiente, se vistió tranquilo y cuidadosamente con su traje de chaqueta nuevo. Cogió todo lo que necesitaba y comenzó su viaje a por la plaza. Llegó al tribunal, y antes de bajarse del coche recordó coger un bolígrafo y guardárselo en el bolsillo del pantalón para poder firmar todos los documentos necesarios. Pero, al llegar a la puerta se dio cuenta de que el bolsillo estaba azul. El bolígrafo le había explotado pero, Daniel, manteniendo los nervios de su gran día, se dirigió a un bar cercano. Una vez allí, le pidió al camarero un vaso de leche templado sólo sin azúcar ni nada. Cuando se lo trajo el camarero, vertió la leche en la mancha del bolígrafo y la frotó suavemente hasta eliminar todo rastro de tinta. Daniel aliviado y tranquilo, se dirigió rápidamente al tribunal y expuso exitosamente su proyecto.
Hoy en día, es profesor titular en Málaga. Tiene guardado su traje impoluto como su más preciado trofeo y sigue invirtiéndo sus tardes en investigar sobre historia en la biblioteca.
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